Más allá de lo que pude o no haber aprendido, me tocó hospedarme en el hotel Hacienda de la Noria, un hotel bastante interesante, bonito y atractivo por sus adornos… por todos lados había ángeles, desde la entrada hasta en las habitaciones. No puedo decir que era un paraíso, pero sí es bastante impresionante hallarse entre un montón de ángeles. Entre fuentes, chapoteaderos alrededor de los principales pasillos y grandes ventanales, solo faltaban los cisnes. Al menos, entre el trabajo y el descanso, había algo que mantenía mi conciencia despierta: los ángeles por doquier.
Además, entre el pozole y los tsopelis...
¡tendré que regresar pronto!
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