sábado, 30 de junio de 2018

La danza de las horas

Las trompetas inician su sonar rítmico e inmediatamente el coro coordinado acompaña el melódico transcurrir del tiempo. El pandero y la batería complementan la armónica danza de las únicas 24 participantes. El escenario es infinito y las bailarinas pasan una y otra vez. No se cansan. Y lo más interesante es que la raza humana las inventó y las sincronizó, y han sido tan impactantes a tal grado de depender de ellas para todas sus actividades. Así, la danza suena una y otra vez cada día y cada instante.

En ese transcurrir de tiempo, o para ser más exacto, en ese túnel del tiempo pasa la vida en toda su magnificencia y el ser humano rara vez se percata de ello, aunque curiosamente lo único que no olvida son a las 24 bailarinas. ¿Quiénes disfrutan de la danza? Se dice que sólo los niños. Y precisamente cuando era niño conocí una pieza musical que describe imaginativamente ese túnel del tiempo con sus 24 participantes en escena: las 24 horas del día. Se trata de la pieza musical interpretada por Ray Conniff: la danza de las horas.

En seguida les dejo una de las grandes piezas musicales que marcaron mi niñez al escucharla en muchos momentos maravillosos de juego y, que actualmente, cada vez que la escucho me lleva a lugares increíbles con grandes recuerdos.


viernes, 29 de junio de 2018

La raíz de la gran mayoría de conflictos

¿Cuántos problemas se generan entre las personas? Muchos, muchos, muchos. ¿Cuántos de esos problemas se pueden resolver rápida y fácilmente? Muchos, muchos, muchos. ¿Cuántos de esos problemas son triviales, e incluso, ni siquiera son problemas? Muchos, muchos, muchos. ¿Cuánto desgaste físico, emocional y mental se genera por los supuestos problemas? Mucho, mucho, mucho.

  • ¿Hay solución a los supuestos problemas?...
  • ¿Es fácil la solución?...

¿Y cuál es esa solución?

Escuchar
Dejar hablar a la otra persona

Efectivamente, la inercia de nuestras vidas, la rapidez de hacer las cosas, el impulso arrebatado por decir lo que (supuestamente) queremos, el querer expresar nuestras ideas sin que (tal vez) nos interese lo de los demás y nuestra (posible) tendencia a omitir palabras porque creemos que el tiempo se nos agota, nos lleva inevitablemente al conflicto.

Veamos. La pérdida de la capacidad de saber escuchar y de no dejar hablar a la otra persona nos lleva de manera innecesaria al conflicto. Y el conflicto no entiende de razones, solo entiende que es necesario imponer la idea con tal de hacer cumplir el objetivo principal: decir lo que uno quiere a costa de lo que sea. Y allí es donde aparece un verdadero problema, aparece donde no había, donde no tenía razón de ser...

La receta es muy simple: si quieres llegar una vida más tranquila, necesitas aprender a escuchar, deja que los demás expresen sus ideas, dales su tiempo adecuado para que hablen, no trunques sus palabras, permite que la verdadera comunicación florezca y así te quitarás de muchos falsos problemas. Y por increíble que parezca, estarás entrando a una mejor calidad de vida. La única parte difícil de todo esto es hacerlo un hábito, porque, aunque sepas lo que debes hacer, es muy probable (y más fácil) que siempre lo omitas. Y no está por demás mencionar que si no sabes escuchar es porque no sabes escucharte, por consecuencia no te conoces.

¡Simplemente escucha!