lunes, 14 de marzo de 2011

Entre la conciencia y la consciencia

A lo largo de las múltiples entradas que pueden encontrar en este blog, he utilizado la palabra conciencia y consciencia. Algunas veces he utilizado más una que la otra y un día alguien me preguntó acerca de su uso. En aquella ocasión argumenté algunas cosas, pero en realidad nunca me puse a discernir las diferencias precisas y profundas de lo que implican estas dos palabras.

El diccionario de la Real Academia Española (RAE) define la conciencia como la propiedad del espíritu humano de reconocerse en sus atributos esenciales y en todas las modificaciones que en sí mismo experimenta. También se refiere al conocimiento interior del bien y del mal; al conocimiento reflexivo de las cosas; y a la actividad mental a la que solo puede tener acceso el propio sujeto.

Pasando a la palabra consciencia, el RAE la define como el conocimiento inmediato que el sujeto tiene de sí mismo, de sus actos y reflexiones; así como a la capacidad de los seres humanos de verse y reconocerse a sí mismos y de juzgar sobre esa visión y reconocimiento. También, esta palabra se refiere a la propia conciencia.

Es factible argumentar que son sinónimos, el propio diccionario así lo permite. Además, si observamos detenidamente, la conciencia distingue lo bueno de lo malo, mientras que la consciencia es la parte de juicio sobre eso que es bueno y malo.

En resumen, lo que uno hace en forma razonada (en mayor o menor medida) es conciencia y si juzgamos eso que hacemos es consciencia.

Finalmente, lo que he mencionado sobre pensar, razonar, meditar, discernir, es conciencia. Seamos concientes, seamos seres pensantes, ¡despertemos del letargo! Y si te portas mal, ¡no te espantes si te habla la voz de tu consciencia!

La razón de Ser es conciencia pura,
la razón del Ser es conciencia + consciencia.

De nada sirve ser conciente,
¡si no tienes consciencia!

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