domingo, 12 de febrero de 2017

El separador de amatlapalis

Medio día y la actividad da inicio. Movimiento de cosas par un lado, movimiento de cosas para otro, algunas cosas van a la basura, otras aparecen de la nada y confirman que mi mente las olvidó por un cierto período. Algunos seres diminutos corren de un lado a otro tras la amenaza de destrucción de sus hábitats. De repente, tras redescubrir una nueva imagen de los espacios cotidianos, producto de la organización minuciosa, ¡aparece la piel de víbora!

Sí, corría el año de 19XX y... un momento, ¿mil novecientos qué? Lo sé perfectamente, simplemente el regresar hasta esos años maravillosos del primer semestre de la carrera en una de las instituciones educativas más prestigiadas del país, es un viaje en el tiempo que requiere decir mil cosas, pero no es posible, los detalles son tantos que sólo diré que en esos tiempos esa piel de víbora llegó para formar parte de los grandes recuerdos.

Una piel de víbora que días después formó parte de una colección de separadores de hojas debidamente enmicados y que fueron regalados por uno de los grandes amigos del tronco común. Ahora una persona dedicada a la veterinaria, fue un amigo que me ayudó para estudiar las bases de la ingeniería, pasando por matemáticas, física, química y termodinámica… ¡Uff! Fue todo un reto obtener buenas calificaciones. Ese amigo me ayudó fuertemente pero de una manera muy poco convencional porque fue para mí todo un reto: el entender lo que veíamos en cada materia para poder enseñarle y tratar de garantizar que él pudiera obtener también buenas calificaciones. Grandes fueron las tardes encerrados en la biblioteca con un par de libros y un cuaderno de ejercicios repitiendo mil veces cada ejemplo...

Hoy que me encuentro de nuevo este maravillo separador me pregunto si este amigo sabrá que aún lo conservo en perfecto estado. Mientras tanto sospecho que mi separador seguirá dando servicio para muchos libros más que aguardan pacientemente que los lea.

Nota: para los inquietos, el año XX corresponde al año (específicamente mes de diciembre) en que se pagaban alrededor de 2,630 viejos pesos por dólar.

jueves, 9 de febrero de 2017

Los días en que no es posible hacer algo

Hay días en que uno dice “no se puede hacer nada”. Y desde luego me pregunto: ¿realmente no es posible hacer alguna actividad? Quizás dirán que hasta dormir es hacer algo… y sí, es una actividad, la cuestión es si uno necesita dormir o es simplemente ocio. Pero, ¿por qué quisiéramos no hacer nada?

No hacer nada es no existir. Así de simple. Sin embargo existimos y podemos hacer alguna actividad. Creo que más bien el no hacer nada es no querer hacer cosas porque aunque seamos conscientes, simplemente ponemos excusas. Aquellas frases como “Sabia virtud de aprovechar el tiempo” y “No dejes para mañana lo que puedes hacer hoy” dejan muy en claro que sólo hoy, sólo el día de hoy es suficiente para hacer las cosas. Decidir no hacer nada productivo es muy respetable, sólo no hay que quejarse después de que el tiempo no nos alcanza.

Asociado a nuestro día en que vivimos, asociado a nuestro único momento en que podemos hacer las cosas, asociado a nuestro Hoy y asociado a nuestro presente, la siguiente frase es verdaderamente interesante:

“Sólo existen dos días en el año en que no se puede hacer nada. Uno se llama ayer y otro mañana. Por lo tanto hoy es el día ideal para amar, crecer, hacer y principalmente vivir”.

Así que si en algún momento pensamos en que no se puede hacer nada, entonces no es posible existir porque no podemos estar en el ayer ni tampoco estar en el mañana. Y como expresan los Enanitos Verdes:

La muralla es el presente,
¡pasarla es desaparecer!