martes, 15 de septiembre de 2020

El color del enigma

De la tranquilidad a la tempestad, del silencio al escándalo, de lo previsible a lo imprevisible… Pareciera que el caos se impone, sin embargo, desde lo más recóndito del disturbio se deja apreciar la llama de la tranquilidad, de la paz y del autocontrol.

El universo está lleno de sorpresas, los caóticos agujeros negros forman parte de un silencio formidable que permite hacer caso omiso a la incertidumbre del caos. El traslape de caos y tranquilidad es normal, aunque a veces pareciera lo contrario. Hay mucho más espacio para la tranquilidad que para el caos, así de simple. El universo es basto y se pinta solo para la paz abundante.

Independientemente de la paz abundante y de lo escaso del caos, el brillo de las estrellas siempre se hace presente inyectando un mundo de nuevas sorpresas positivas, especialmente si hablamos del formidable sistema binario que hace y deshace con sus abundantes lazos de energía. La atracción y rechazo que se genera entre ellos es formidable. Pero en lo general, esas estrellas que hacen presencia son los motores de la energía necesaria para acallar al caos. La brillantez de dicha energía es como el oro, y no solo brillante, también es radiante hasta el extremo contrario. En ese camino a través del túnel del tiempo, el enigma inherente se hace un reto diario que solo mediante la paz y la serenidad es posible descifrar.

Pero el brillo no es un brillo cualquiera, es un brillo amarillo intenso, como el oro… El oro, el metal por tradición humana más preciado y valorado queda asociado al enigma de la vida diaria.

Oro... el color del enigma.