martes, 5 de noviembre de 2019

La tranquilidad del horario de invierno (y cambio climático)

A semana y media de haber terminado el fastidioso y nefasto horario de verano puedo decir que la vida vuelve a su cause de forma natural, sin complicaciones anti-biológicas y con grandes beneficios de productividad.

Lo he dicho muchas veces y lo seguiré diciendo las veces que sean necesarias: el horario de verano no es una cuestión de ahorro tangible para nuestra ubicación geográfica, el horario de verano es una cuestión de conveniencia transaccional con los gringos. Por cierto, que los gringos copiaron la medida de los ingleses, quienes a su vez la copiaron de los alemanes tras su implementación a causa de situaciones críticas derivadas de la Primera Guerra Mundial. Y como hubo una Segunda Guerra Mundial, va de nuevo el movimiento de horario. Dado que en los 70 hubo crisis energética, se hizo fácil dejar la medida de forma definitiva en Europa y E.E.U.U. La cuestión es que nuestro tradicional horario de invierno debería ser inalterable como lo era justo antes de que Ernesto Zedillo entrara al poder.

Pero dejémonos de sermones políticos e históricos. Este horario de invierno es una maravilla que relaja la vida diaria en cada uno de los miembros de mi familia por la simple y sencilla razón de que todo a nuestro alrededor es congruentemente natural con lo que vemos, oímos y sentimos.

Pero antes de terminar esta entrada dejo la siguiente pregunta al aire: ¿Si el horario de verano es una medida energética, realmente es lo suficientemente buena como para ser parte de los esfuerzos para evitar el daño a causa del cambio climático que experimentamos? Bueno, no quiero dejarla al aire, y disculpen si lo que digo carece de fundamentos, pero la realidad que percibo es que ni el cambio de horario, ni otras medidas son lo suficientemente buenas para las cuestiones climáticas… ¡NO HAY COMPROMISO REAL de ninguno de nosotros ni mucho menos de la gente tras las grandes cumbres para el cambio climático!