sábado, 21 de agosto de 2010

A once años del inicio

Indagando entre mis múltiples cosas guardadas desde hace algunos años, me encontré con un cuaderno que tiene once años de haber sido un espacio para realizar apuntes que nunca pensé me llevarían a hacer grandes cosas. Ese cuaderno lo empecé a hojear, página a página, viendo cada una de las anotaciones que hice en aquel agosto de 1999.

Tomaba clases de oyente con un profesor cubano, un verdadero experto en su área, no como otros que se dicen expertos y que ni a aprendices llegan. Sus clases iniciaban realmente con verdaderas cátedras proyectando algo que actualmente trato de hacer lo mejor posible: la precisión en los conceptos. Para él era imperdonable decir algo que no fuera realmente firme en cuanto a su definición. Interesante postura: ¡no hay lugar a ambigüedades! Debo confesar que por estar de oyente nunca me atrevía a hacer sus exámenes, tenía cierto temor de no hacer un buen papel, no obstante adquirí buenas bases teóricas para muchas cosas.

Cuando se enteraron que estuve tomando clases con este profesor, inmediatamente me llamaron para dar clases, algo que no quería porque no era lo mío, no obstante, había algo que me decía que sí. Así empezó todo un ciclo de cursos que me llevó a refinar muchas cosas, a comprender, a analizar, a ser crítico de lo que viene en los libros, a superar lo que me enseñaron en ese curso. Hoy veo las notas y veo mi presente. Creo que el haber tomado la iniciativa de entrar al curso me ha dejado un espacio para experimentar lo que se me ocurra. Así es, el disfrutar de un trabajo con el lujo de hacer lo que quiero y cambiarlo cuantas veces quiera es algo invaluable.

Solo me resta decir que ese cuaderno lo he guardado y lo seguiré guardando en un espacio especial de mi librero.

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