viernes, 6 de agosto de 2010

Entre taladros y anxelis

Las visitas a determinados lugares suelen ser muy tormentosas y más si hay pánico a las agujas y taladros. A lo largo de mi vida he pasado por muchos momentos severos que aún con anestesia hay molestias. Afortunadamente no me aterro con las agujas, aunque el sonido del taladro en ocasiones es molesto, no por la sensación, sino más bien por su característico acompañante: el agua, que luego no deja respirar bien.

Hoy fue un día de esos en donde todo se junta. Primero me revisó la doctora que me ha atendido desde que estaba en quinto de primaria, así que sabe todo lo que he padecido y al mismo tiempo todo lo que me ha ayudado para no parecer un tiburón. Luego me revisó la especialista, una chica que la conozco desde que estuvo en el vientre de su mamá y que siguió sus mismos pasos.

Finalmente, la endodoncia de conductos practicada fue como algo agridulce (afortunadamente, una vez más todo salió bien). Debo mencionar que la mamá siempre se ha caracterizado por ser una persona muy guapa. La hija mejoró la genética y creo que eso lo dice todo.

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