La temperatura estaba un poco baja, sin embargo ninguno de los que íbamos en el grupo rumbo al cerro se imaginaba que el ejekasesek estaría bastante fuerte. Al llegar, bajamos de los autos y ... ¡aaahhhhh!
Mi cuerpo empezó a temblar inmediatamente, la cara se iba enfriando rápidamente, la postura recta de la espalda era imposible sostenerla ante la presencia del frío. Mi chamarra de “súper-mega-borrego” más bien parecía una playera súper delgada y aunque escondía mis manos entre las bolsas también se iban paralizando. Repentinamente un adormecimiento empezó a apoderarse de mi ser, los huesos parecían tubos de vidrio transportando en su interior material criogénico. Poco a poco la posesión del frío en mí, era inevitable. Aún así tomé fuerzas. ¡El frío no iba a detenerme e impedir que sacara fotos (aunque movidas de tanto temblar), tampoco iba a detenerme en conocer todo el mirador y mucho menos me iba a quitar la intención de estar 20 minutos en la Bufa!
Al entrar al carro el hormigueo de cara y manos aumentaba. ¡La calefacción no hacía nada por exorcizarme del frío! Pero la fe en mi circulación sanguínea tuvo éxito y finalmente el monstruoso frío salió de mí dejándome en paz.
¡Una gran experiencia de itstik!
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