miércoles, 7 de octubre de 2009

Pixkitl, luego entonces llega kuitlaxokotl

El trabajo diario, el esfuerzo que implica para que todo salga bien y sobre todo hacer las cosas bien a la primera, es una responsabilidad muy grande. Y si hablamos de la responsabilidad de facilitar el conocimiento para formar a otras personas, el compromiso es aún mayor.

En enero de este año tuve la oportunidad de formar a un grupo de jóvenes durante un semestre de propedéutico. Los afortunados en acreditarlo están cursando la maestría y desde finales de agosto nuevamente estoy compartiendo tiempo con ellos. Esto me permite dar continuidad a la formación previa y seguirlos adiestrando para que sean exitosos. Es la segunda vez que puedo darle continuidad a un grupo y cuyos cursos, por primera vez, son complementarios con una línea bien definida. Hace tres semanas los estudiantes hicieron presentaciones de trabajos que les dejé y los resultados fueron más que interesantes.

Al término de cada una de las presentaciones, la sesión de preguntas y dudas se convirtió en una sesión de defensa de puntos de vista, de cuestionamientos fuertes acerca del porqué y para qué de cada tema, de justificar con todo lo que conocen y destacando principalmente que ambas partes, la de la audiencia y la de los expositores, saben bastante del tema. Me sentí como en un congreso de expertos. Disfruté de ver la calidad de las exposiciones, de saber que ellos saben del tema, que cada estudiante aportó un granito de arena valioso, que han desarrollado un criterio, que pueden cuestionar y no se les puede engañar.

Mi esfuerzo valió la pena. Al estilo del séptimo arte, por primera vez pude contemplar “la versión del director” de mi propia dirección de película.

¡ Mauitsoa tlakamej !

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