Después de observarla un rato, y con todo el valor del mundo decidí tomarme unas fotos con ella. De hecho la tuve que cargar, ya que fue la condición que me puso para salir en la foto. Lo bueno es que estaba en excelentes condiciones físicas (y mentales). La rubia fue muy amable y después de sentirme en confianza le di las gracias por compartir unos momentos a mi lado. Fue una experiencia muy interesante y les dejo estas fotos para que lo constaten.
Les puedo comentar que la piel de víbora es tersa, aún y cuando posee escamas, su temperatura es ligeramente menor a la nuestra y son bastante pesadas. Este maravilloso ejemplar pesaba 15 kilos y parece fácil cargarla, pero no, hay que saberla equilibrar si no se te cae (resulta que no eres árbol para que ella se equilibre), y si le suman cierto nerviosismo, todo se complica. Nunca pensé en sentir la piel de víbora junto a la mía.
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