jueves, 20 de octubre de 2011

El problema no es lo que se dice, sino cómo se dice

Érase una vez en el siglo XX, en la crisis de los E. U. cuando la gente se suicidaba porque perdió toda su fortuna económica de la noche a la mañana, y entre mil cosas, el desempleo se adueñó de la situación. Nadie era contratado. Así, una persona llegó a ofrecer su conocimiento argumentando que sabía cómo optimizar los procesos de la industria. El resultado es que lo contrataron inmediatamente, aún con todo y crisis.

Érase alguna otra vez en el siglo XXI, una persona que quiso que la reconocieran. Tocó mil puertas diciendo que era el bueno, el efectivo, el conocedor y el experto. Pero cada puerta que tocó, se le cerró. Recurrió a mil formas de decirlo, pero nuevamente no hubo respuesta. Insistió de forma personal… pero no tuvo éxito.

Érase una vez más, en cualquier siglo de la sociedad moderna, una persona que sabía lo que quería, no era experta, ni tampoco fatua. Solo hizo lo que era necesario y siempre habló con aquella virtud que consiste en el conocimiento de las propias limitaciones y debilidades y en obrar de acuerdo con este conocimiento. Alcanzó grandes logros y sin proponérselo tuvo reconocimiento más allá de su espacio laboral y de su país.

Moraleja
Aprende a expresar las cosas con claridad, de la forma correcta,
mediante los conductos adecuados, con las palabras adecuadas;
así lograrás lo que quieres y te evitarás muchos problemas.

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