lunes, 1 de noviembre de 2010

El insulto a Mictlán: distorsión de nuestras tradiciones

Regresando a casa... todo mundo en las diferentes secciones de las colonias anda con máscaras, y no se diga los niños. Se ven todo tipo de engendros paseando por doquier. ¿Porqué festejar algo que no es de nosotros? ¿Porqué inculcar tradiciones importadas que no tienen nada que ver con nuestros verdaderos festejos?

¿Y mañana? Seguramente muchos de los que festejaron hoy no saldrán, no se asomarán, creerán que el descanso es por una noche de engendros pidiendo dulces.

Desde mi muy particular punto de vista creo que el día de muertos es una tradición que está totalmente por arriba de la de una noche de brujas. Y al decir por arriba, me refiero en múltiplos de miles. La riqueza de un día de muertos es incalculable.

¡Un día de muertos es de otro nivel!

Empezando por ser una tradición ancestral, el puro nombre de Mictlán refleja un concepto realmente maravilloso y extraordinario: la vida fuera del espacio terrenal creado por dioses benevolentes, donde la paz existe por doquier. El banquete mortuorio, otra pieza importante: un pequeño punto de convivencia entre vivos y difuntos, ¡motivo de una gran celebración! Si hay algo que celebrar es justamente eso, la visita de nuestros difuntos.

Y desde luego, la diversidad de representaciones, tanto en detalles como en “calaveritas” (que un niño pida calaverita con un disfraz de monstruo... ¡es ilógico!). La calaverita, nido de creatividad, pieza poética popular llena de cosas irónicas de alguien o algo. Es también inigualable.

En fin. Si están acostumbrados a festejar lo ajeno, es respetable, pero luego no digan que porqué México es de otros o porqué perdemos nuestras tradiciones.

Mientras tanto, los dejo, mis fieles difuntos me esperan para festejar.

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