viernes, 27 de mayo de 2022

Recuerdos de algunos viajes frecuentes en metro

El metro de la CDMX (antes DF) es una maravilla para la movilidad de las personas en esa jungla de cemento. Sin metro, reinaría el caos y sería complicado desplazarse de forma eficiente. Curiosamente suele suceder que a diario un gran número de personas viaja para ir a algún extremo de la ciudad y los tiempos oscilan de 60 a 120 minutos o más, un tiempo que, si lo sumamos en la vida productiva de una persona, resulta en 6 años en promedio. Sí, 6 años desperdiciados en transporte, en la nada, en la contaminación auditiva y metal de cada persona. Dato que aplica tanto en transporte público como en privado.

En aquellos años de estudiante y un poco en los inicios de mi vida laboral, viajaba a diario por la línea 5 que va de Pantitlán a Politécnico, solía tener por las tardes/noches el acompañamiento de una mujer indigente con su guitarra desafinada que se subía a tararear una melodía de una famosa película de años más atrás. La pieza musical se llama “Nacidos para perder” y al parecer era la única pieza maestra de esta persona. Muchas veces me tocó verla tarareando en cada uno de los vagones, ida y vuelta, con gente y casi sin gente… Creo que quienes más coincidíamos en ese horario sabíamos que era la hora de la música, la hora amena, la hora de tener un distractor ante la pesadilla de un metro que en ocasiones era insoportable por el calor, el mal olor y tanta gente de todo tipo.

No obstante, la hora amena siempre fue bienvenida, no solo por lo recurrente que me tocó en esos tiempos, sino porque también ha representado un recuerdo más relevante: mi niñez acompañada de esa melodía. Para deleite de mi generación y generaciones previas, así como para conocimiento de las nuevas, esta es la pieza en cuestión:

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