Esta obra termina con un párrafo extraordinario, totalmente aplicable a los tiempos que vivimos, bastante descriptivo de lo que sucede con el poder y cómo éste transforma a la gente, y cómo la gente transforma el poder a su conveniencia, de tal manera que es imposible distinguir entre los humanos y los animales, o más bien, entre los humanos y las bestias.
A fin de cuentas la raza humana es un animal, cuya característica de discernimiento no le sirve para nada ante la peor enfermedad: el poder.
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