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miércoles, 24 de febrero de 2016

Los lacitos

Recuerdo que cuando estaba chico e iba a la tienda con mi mamá, y sabiendo que pasábamos a comprar a la “Tienda Grande” (nombre oficial: Abarrotes La Única), me encantaba ir porque seguro podía adquirir golosinas, especialmente los lacitos de diferentes sabores. Mis sabores favoritos eran fresa, naranja y limón. Puedo decir que eran de un sabor único. De hecho eran una diversión porque el lazo venía con una longitud bastante grande, tal vez de un metro y todo enrollado y eso era motivo suficiente para la imaginación.

A cuatro décadas de esos grandes momentos, hoy me encuentro con los lacitos en una prestigiada tienda clásica que hay en todas las plazas que abre desde las siete de la mañana y cierra a las diez u once de la noche. Y evidentemente no pude esperar a comprarlos. Los encontré con el nombre de “Lacitos Creatable”. No recuerdo el sabor de los lacitos de aquellos años, pero puedo decir que el sabor de estos no es nada despreciable.

Para todos aquellos que les fascina la golosina, puedo decir que los disfrutarán. Mientras tanto, estas líneas las he escrito acompañado del sabor de los lacitos.

jueves, 3 de marzo de 2011

El regreso a Aguascalientes

Mi segunda visita a Aguascalientes resultó interesante en varios puntos de vista. Primero, recordar que gracias al Maestro Manuel Cota Aguilar pude conocer el centro geográfico del País, capacitar al personal del INEGI y conocer un poco del frío que llega a hacer en ese estado. Segundo, visitar prácticamente los mismos lugares de aquella ocasión. Tercero, el arduo trabajo desarrollado en tan solo dos días que pareció como una semana completa. Cuarto, aprender algunas estrategias de evaluación de proyectos de investigación y al mismo tiempo presenciar ¡cómo evaluaban mi propio proyecto! Quinto, en esta ocasión conocí parte del inmenso calor.

Más allá de lo que pude o no haber aprendido, me tocó hospedarme en el hotel Hacienda de la Noria, un hotel bastante interesante, bonito y atractivo por sus adornos… por todos lados había ángeles, desde la entrada hasta en las habitaciones. No puedo decir que era un paraíso, pero sí es bastante impresionante hallarse entre un montón de ángeles. Entre fuentes, chapoteaderos alrededor de los principales pasillos y grandes ventanales, solo faltaban los cisnes. Al menos, entre el trabajo y el descanso, había algo que mantenía mi conciencia despierta: los ángeles por doquier.

Además, entre el pozole y los tsopelis...
¡tendré que regresar pronto!