miércoles, 29 de octubre de 2014

Lo absurdo de la tecnología

Me he encontrado algunos sitios en Internet que exigen una versión  específica de determinado sistema instalado que en caso de no tenerlo aparece la leyenda: “Se recomienda la versión X o superior del programa Y”. No obstante, teniendo instalado un sistema que es más reciente que el que piden, no es posible acceder a los recursos de dicho sitio porque en realidad no tienen programado reconocer versiones superiores a las requeridas. Es un absurdo, definitivamente.

Da risa, sobre todo las empresas o instituciones que poseen buena infraestructura tecnológica, que no sean capaces de depurar esta situación nefasta. Uno termina instalando versiones anteriores a las actuales porque su sofisticado sistema no es capaz de reconocer que tenemos instalado algo mejor que ellos. Y en esta problemática me refiero enfáticamente a nuestras instituciones que marcan la pauta sobre impuestos.

Espero, algún día, ver que esta situación desaparece. Espero nunca tener problemas por instalar un software obsoleto. Ojalá que ese dinero “invertido” en cosas seguras no resulte un derroche que como siempre... mejor ni les digo.

Como diría un antiguo maestro: “ es sólo un if ”.

¡Y qué razón tenía, tiene y tendrá!

martes, 28 de octubre de 2014

El auto-olvido

Modernidad...

Locura...

Ajetreo...

Estrés...
 
...las cosas van pasando, hacemos mil actividades, ponemos atención a muchos detalles, muchos detalles se van sin atención, muchas actividades las dejamos de hacer, y pasan cosas...

Lo anterior es un ciclo interesante que hacemos cada día, cada instante. Atrás de todo ello existen muchas razones por las cuales hacemos lo que hacemos sin pensar, aunque pensemos que pensamos lo que hacemos. En otras palabras, creemos hacer las cosas pensando en las consecuencias, pero la realidad es que hacemos las cosas sin saber las consecuencias.

Miles de detalles pasan por nuestras vidas y no nos percatamos de los efectos colaterales, al menos no de la mayoría, posiblemente tal vez seamos conscientes sólo de dos o tres. Así, la vida pasa cada día como algo fenomenal, pero no es nada relevante, es simplemente un ente cotidiano que creemos es novedad. La verdad es que somos unos robots enajenados por la costumbre y el sedentarismo.

Caemos fácilmente en lo que muchas veces decimos que no es correcto hacerlo. En el menor instante hemos cometido errores, a veces sin percibirlo. Ser consciente es una tarea ardua que no es fácil. Estar atento es una actividad que nos cuesta trabajo al por mayor. Romper el olvido de lo que olvidamos es prácticamente un cero a la izquierda en nuestro estilo de vida moderna.

Y es aquí donde entra en juego nuestra capacidad de reflexión para al menos reconocer que así como dejamos las oportunidades, podemos aprovechar poco a poco algunas de ellas. Sería deseable aprovecharlas todas, no obstante, la inercia nos lleva.

Estamos en un mundo de reacciones y lo curioso es que no reaccionamos. Reclamamos hasta lo inimaginable, pero nunca nos reclamamos a nosotros mismos nuestra cordura y sensatez. Así se forma un olvido en el que nos olvidamos (suena chistoso, pero así sucede). Se forma un auto-olvido donde lo único imperante es recordar lo que no queremos en nuestras vidas. Vaya ironía.

Hay un esquema reactivo para percibir lo que la gente percibe de nosotros. Dale una moneda a un mendigo, dale una respuesta a la persona nefasta que te pregunta lo mismo, explica la duda al tonto que no entiende… ¡La forma en que das esa moneda, la forma en que ofreces esa respuesta, la forma en que das esa explicación es la forma en cómo te tratas, pero más interesante es saber que lo que piensas de ese mendigo, de esa persona nefasta o de ese tonto, es lo que piensas de ti!

Así de grave es el auto-olvido.

No nos auto-olvidemos, aprendamos a querernos, aprendamos a amarnos, aprendamos a derrochar el ágape con nuestros semejantes y vivamos un mundo placentero que seguramente reconfortará de tal forma que nunca volveremos a sentir dolor.

domingo, 26 de octubre de 2014

Población Cero

¿Qué pasaría si la raza humana, sin importar la forma y el motivo, en este instante desapareciera? En un documental reflexivo, National Geographic desarrolla la idea con hipótesis interesantes. Mientras a la raza humana le llevó más de 10 mil años controlar y moldear muchas cosas sobre la naturaleza, al planeta sin nosotros le llevaría solamente 250 años para restablecerse casi en su totalidad. Algunos vestigios que por su naturaleza química existirán miles de años, sería lo menos que se percibiría ante un planeta totalmente recuperado, tanto de la contaminación como del calentamiento global.

Población Cero nos deja la reflexión de cómo hemos dañado al planeta. Nos deja la reflexión de que aún con miles de esfuerzos como los movimientos verdes, ecológicos y con la palabra de moda como “sustentables”, es nada ante la bola de nieve que conforma nuestra modernidad.

Tal vez desaparecer a la raza humana suena muy tentador… Evidentemente hemos tenido indicios de que esto puede pasar si nos descuidamos. ¿Cómo? Fácil, las epidemias que vemos y que sabemos cómo arrasan con miles de personas es un ejemplo de ello. Lo tentador no es en el sentido de hacerlo intencionalmente, es en el sentido de que estamos expuestos a ellos y pensar en esa idea es factible.

Hemos pasado varias alertas. Algunas que recuerdo son: la peste negra, la viruela, el sida, las diferentes gripes como la española y la rusa, la gripe aviar, el cólera, la influenza A-H1N1, y en estos meses recientes el ébola. Afortunadamente se han podido controlar, no obstante el peligro latente de que en un determinado momento no haya una respuesta efectiva a tiempo, puede llevarnos al punto de la población cero.

¿Y qué decir de lo latente de un desastre químico, biológico o nuclear? Ni decirlo, eso sí depende mucho de nuestro discernimiento, que lamentablemente por la decisión unas pocas personas se puede perder casi a toda la humanidad.

Si bien Población Cero es un documental interesante, más allá de este experimento reflexivo, sospechosamente creo que un verdadero desastre permitirá a la sabia naturaleza dejar a unos cuantos humanos con una genética particular que daría origen a la siguiente población sobre la Tierra.

El placer de una hora más

Hoy al despertar se observó un nuevo día, pero con un detalle particular: un mejor descanso. A lo largo de la mañana se percibe una quietud rendidora, una mayor paz y tranquilidad. No es que este domingo se caracterice por un fenómeno natural poco común, no es que hoy por ser domingo nos hayamos parado más tarde. Todo este fenómeno es por una simple y sencilla causa: el ajuste de la hora por terminación del nefasto, horrible, perjudicial, nocivo, escandaloso, estresante horario de verano.

Hoy el horario de verano se ha acabado. Hoy volvemos a un horario que nunca debería moverse, o por lo menos no en el tiempo que se maneja. Una hora marca la diferencia entre sentirse bien o sentirse mal y estresado.

Para el ritmo cotidiano y moderno que llevamos, muchos tal vez no lo perciben, lo ven como simplemente una hora que a final de cuentas no impacta en lo que se hace. No obstante, es parte de una falacia más: una hora impacta tanto como enfermarnos más: la alteración en la hora del sueño, en la hora de las comidas, en la percepción de la luz natural, en no descansar a causa de del clima (generalmente en muchas zonas es excesivamente caluroso).

Una hora es una hora, le pese a quien le pese. Una vez más lo diré: el horario de verano debería ser no mayor a 5 meses o preferentemente no debería volver a manejarse (esta es la entrada previa de hace 4 años: El fastidioso y nefasto horario de verano). ¿Ahorro de energía? Sí, pero a costa de una vida más enferma, donde dicho ahorro, si es que así se le puede llamar, se nos va en un estrés que nos enferma y pagamos por medicinas para aliviarnos, medicinas que salen más caro que es ridículo ahorro tangible que según tenemos, “a según” dice el gobierno.

Pero no más negatividad. Hoy debemos disfrutar de la paz que esa hora nos ofrece y vivir el espacio de 5 meses de un ligero incremento en la calidad de vida. Que viva el horario normal, que viva el horario estándar que nos da algo más real a nuestro reloj biológico.

¡Viva el placer de una hora más!