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sábado, 2 de junio de 2012

Un ejemplo más de esclavitud moderna (o de lo incompetente tras las competencias)

El trabajo que uno realiza día con día debe ser completamente libre, debe haber una completa satisfacción detrás de cada actividad desempeñada, la motivación debe estar a flor de piel. De la misma forma, no debería existir ningún tipo de condicionamiento para tener acceso a otras oportunidades de crecimiento, incluyendo aquellas en donde se reconoce el desempeño y productividad mediante becas.

En esta semana se giró la instrucción puntual de que para tener acceso a un recurso de beca es obligatorio tomar una capacitación en competencias, de lo contrario no será posible volver a participar en convocatorias futuras.

Veamos lo siguiente:
  1. La educación del país está por los suelos gracias a una serie de intereses personales de unos cuantos que sólo piensan en su propio beneficio.
  2. Es evidente que los profesores, en su gran mayoría, necesitan actualizarse no sólo en su área de experiencia, también deben hacerlo en estrategias docentes.
  3. Los pocos proyectos que realmente abordan la problemática de la educación se tiran por la borda ya que como no hay beneficio para los poderosos, no sirve de nada llevarlo a la práctica.
  4. Como lo he expresado previamente, el modelo de competencias no funciona porque la gran mayoría lo toma como pretexto para no hacer nada.
Es evidente que, para un poderoso, debe haber un beneficio para hacer algo. Ahora bien, ¿qué pasa si hubo un proyecto que no ha tenido el resultado esperado? Pues obliga a las personas a participar. Y ¿cómo hacerle para que haya participación obligatoria si a las masas no les interesa? Fácil, a los que son productivos y que regularmente dicha productividad les permite el acceso a becas, ¡condiciónalos! Así la respuesta será inmediata. Pero tenemos otro ligero detalle, ¿por qué funciona el condicionar? Porque la gente ya está acostumbrada a ese recurso y su vida ha girado de tal forma que si no lo tiene puede tener consecuencias económicas fuera de control.

Al final del condicionamiento y de la participación “generosa y voluntaria” de los interesados, al proyecto ahora sí valió la pena invertirle. Y una meta más que se cumple (a la fuerza) en la gestión de alguien.

Veamos la otra cara de la moneda. Si de competencias hablamos, ¿cuáles son las competencias reales de las autoridades actuales que recurren a este tipo de imposiciones? ¿Cuáles son las competencias deseables para una adecuada y correcta capacitación y que promuevan aún más la efectividad en la educación?

Seguramente se preguntarán yo qué hice… Simple y sencillamente disfrutar de la vida: NO a las imposiciones. Yo trabajo por el SER, HACER y TENER.

sábado, 21 de agosto de 2010

A once años del inicio

Indagando entre mis múltiples cosas guardadas desde hace algunos años, me encontré con un cuaderno que tiene once años de haber sido un espacio para realizar apuntes que nunca pensé me llevarían a hacer grandes cosas. Ese cuaderno lo empecé a hojear, página a página, viendo cada una de las anotaciones que hice en aquel agosto de 1999.

Tomaba clases de oyente con un profesor cubano, un verdadero experto en su área, no como otros que se dicen expertos y que ni a aprendices llegan. Sus clases iniciaban realmente con verdaderas cátedras proyectando algo que actualmente trato de hacer lo mejor posible: la precisión en los conceptos. Para él era imperdonable decir algo que no fuera realmente firme en cuanto a su definición. Interesante postura: ¡no hay lugar a ambigüedades! Debo confesar que por estar de oyente nunca me atrevía a hacer sus exámenes, tenía cierto temor de no hacer un buen papel, no obstante adquirí buenas bases teóricas para muchas cosas.

Cuando se enteraron que estuve tomando clases con este profesor, inmediatamente me llamaron para dar clases, algo que no quería porque no era lo mío, no obstante, había algo que me decía que sí. Así empezó todo un ciclo de cursos que me llevó a refinar muchas cosas, a comprender, a analizar, a ser crítico de lo que viene en los libros, a superar lo que me enseñaron en ese curso. Hoy veo las notas y veo mi presente. Creo que el haber tomado la iniciativa de entrar al curso me ha dejado un espacio para experimentar lo que se me ocurra. Así es, el disfrutar de un trabajo con el lujo de hacer lo que quiero y cambiarlo cuantas veces quiera es algo invaluable.

Solo me resta decir que ese cuaderno lo he guardado y lo seguiré guardando en un espacio especial de mi librero.