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jueves, 20 de octubre de 2011

El problema no es lo que se dice, sino cómo se dice

Érase una vez en el siglo XX, en la crisis de los E. U. cuando la gente se suicidaba porque perdió toda su fortuna económica de la noche a la mañana, y entre mil cosas, el desempleo se adueñó de la situación. Nadie era contratado. Así, una persona llegó a ofrecer su conocimiento argumentando que sabía cómo optimizar los procesos de la industria. El resultado es que lo contrataron inmediatamente, aún con todo y crisis.

Érase alguna otra vez en el siglo XXI, una persona que quiso que la reconocieran. Tocó mil puertas diciendo que era el bueno, el efectivo, el conocedor y el experto. Pero cada puerta que tocó, se le cerró. Recurrió a mil formas de decirlo, pero nuevamente no hubo respuesta. Insistió de forma personal… pero no tuvo éxito.

Érase una vez más, en cualquier siglo de la sociedad moderna, una persona que sabía lo que quería, no era experta, ni tampoco fatua. Solo hizo lo que era necesario y siempre habló con aquella virtud que consiste en el conocimiento de las propias limitaciones y debilidades y en obrar de acuerdo con este conocimiento. Alcanzó grandes logros y sin proponérselo tuvo reconocimiento más allá de su espacio laboral y de su país.

Moraleja
Aprende a expresar las cosas con claridad, de la forma correcta,
mediante los conductos adecuados, con las palabras adecuadas;
así lograrás lo que quieres y te evitarás muchos problemas.

martes, 9 de marzo de 2010

Construcción de universos: conocimiento y humildad

“Mientras los animales inferiores sólo están en el mundo, el hombre trata de entenderlo; y, sobre la base de su inteligencia imperfecta pero perfectible del mundo, el hombre intenta enseñorearse de él para hacerlo más confortable. En este proceso construye un mundo artificial... Un mundo le es dado al hombre; su gloria no es soportar o despreciar este mundo, sino enriquecerlo construyendo otros universos.” [*]

Recordando que la espiritualidad es la parte de nosotros dotada de la razón, el conocimiento es un ingrediente importante de la espiritualidad del ser humano. Es algo que llevamos y que deberíamos de enriquecer tantas veces como tengamos la oportunidad. Pero al mismo tiempo también deberíamos de dotarnos de humildad, aquella virtud que consiste en el conocimiento de las propias limitaciones y debilidades y en obrar de acuerdo con este conocimiento.

Es muy interesante saber que podemos aprender mucho y tal vez ser eruditos, pero si tenemos esa capacidad, ¿porqué no conocernos en la misma medida y volcar la humildad generada? ¿Tiene sentido construir universos carentes de humildad? ¿Cuál es nuestra gloria? ¿Porqué no tratar de cambiar ese concepto de artificialidad por algo más natural? ¿Acaso no es posible? Yo creo que sí.

¡Sabia virtud de autoconocerse!

[*] Mario Bunge. La ciencia, su método y su filosofía. Ediciones Quinto Sol.