Cada día es especial. Cada día es único. Cada día hay que aprovecharlo al máximo. Cada día uno debe renovarse. Cada día es importante en la vida de las personas.
De la misma forma, cada persona es única, irremplazable e insustituible. Cada persona es valiosa y especial. Cada persona debe renovarse día a día.
Partiendo del principio que dice “Conócete a ti mismo y conocerás a los demás”, o si lo prefieren “Ámate a ti mismo para que ames a los demás”, hoy podemos decir entonces: “Felicítate a ti mismo para que felicites a los demás”.
Así es, ayer se festejó el día de las siuajs, que como cualquier otro día acordado de festejo, digamos un 10 de mayo o un 14 de febrero, se hacen miles de cosas para “estar bien”. Bueno, un día realmente no debe ser festejado por algo en particular, cada día debemos festejar que tenemos una nueva oportunidad de renovarnos. No estoy en contra de los días de este tipo, solo quiero resaltar que tenemos una forma de pensar tan conveniente, que marchamos como robots.
Disculpen si esto suena crudo, pero la gran verdad de todo esto deja en claro que si no tenemos un día para recordar algo, nunca apreciamos las cosas que tenemos a diario. Sí, atrévete a felicitar diario a las mujeres: mamá, hermanas, primas, tías, compañeras, amigas, etc., pero algo mucho más importante: ¿Cuántas veces te felicitas a ti mismo(a) por un nuevo día, por terminar una actividad, por vivir tranquilamente, o simplemente tan solo por vivir un día más? Te puedo asegurar que nunca lo has hecho, y si así ha sido, han sido tantas veces que los dedos de tus manos son demasiados en comparación a esas tantas veces.
Sospecho que la sociedad necesita de esos días como una forma indirecta (¿o directa?) de reconocimiento acordado, de estima acordado, de muchas cosas que emocionalmente y de forma personal un individuo no lo hace por miedo a sus emociones.
Muchos podrían decir: “es un reconocimiento a…”, y estoy de acuerdo. Pero si no es así, ¿no lo reconoces? No es congruente. Mejor reconócelo y exprésalo a diario con una sonrisa, con decir algo tan sencillo como “gracias” (que es increíble pero hasta esto no somos capaces de decir), con un “te quiero” o un “te amo” si se trata de tu familia o pareja (y hasta de aquellos grandes amigos), o con un abrazo si es que tienes la oportunidad de que te lo permitan.
Mostrando entradas con la etiqueta festejo. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta festejo. Mostrar todas las entradas
viernes, 9 de marzo de 2012
miércoles, 25 de agosto de 2010
Kochkayotl: el festejo
La cita era a las 2:00 de la tarde. Apresurado, llegué tarde 20 minutos y la gran sorpresa fue que no había nadie. Al filo de las 15:00 horas llegaron los invitados y la festejada. Con una comida sencilla pero suculenta, el acompañamiento de un acordeón, seguido de más de dos horas de mariachi, fue algo que disfruté grandemente. La novedad fue haber escuchado al mariachi cantando canciones que no son tan comunes en este género (por fin, algo novedoso ante lo más repetitivo y cansado del mariachi).
Las personas invitadas se caracterizaban por ser del ámbito político, legal, artístico y educativo, con perfiles desde criminalistas hasta músicos. Una combinación interesante para contrastar formas de pensar.
Con una ausencia de mi presencia por casi tres horas, a mi regreso pensé que todo habría terminado, no obstante, algunos invitados seguían en el festejo. Me reincorporé para seguir conociendo gente, intercambiar formas de pensar y sobre todo concluir con un día bastante interesante.
Y curiosamente, allí volví a disfrutar de la caipiriña, una bebida del Brasil (país que conocí hace casi tres años). Aunque realmente, algo le faltó en la preparación para que fuera excelente. Pero aún así se sacó un 9. ¡Salud!
Por cierto, disculpen la redundancia en el título de esta entrada.
Las personas invitadas se caracterizaban por ser del ámbito político, legal, artístico y educativo, con perfiles desde criminalistas hasta músicos. Una combinación interesante para contrastar formas de pensar.
Con una ausencia de mi presencia por casi tres horas, a mi regreso pensé que todo habría terminado, no obstante, algunos invitados seguían en el festejo. Me reincorporé para seguir conociendo gente, intercambiar formas de pensar y sobre todo concluir con un día bastante interesante.
Y curiosamente, allí volví a disfrutar de la caipiriña, una bebida del Brasil (país que conocí hace casi tres años). Aunque realmente, algo le faltó en la preparación para que fuera excelente. Pero aún así se sacó un 9. ¡Salud!
Por cierto, disculpen la redundancia en el título de esta entrada.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)